lunes, 8 de septiembre de 2008

Un Profesor en la Embajada

Hace algún tiempo, estuve en una interminable cola en la embajada americana. Al principio, cada quien estaba concentrado en prepararse para las indeseadas entrevistas con el funcionario de inmigración. Pero siempre, como es costumbre, la cualidad sociable del venezolano de hablar íntimamente hasta con los desconocidos, dieron paso a una amena conversación colectiva.

Una joven abogada muy inteligente me empezó a contar sobre su interesante trabajo, mientras criticábamos el terrible calor que azotaba aquella mañana caraqueña. Enseguida, un señor que acompañaba a su hijo, nos preguntó a cada uno ¿A qué se dedican Uds?. Después de haberle respondido, yo le formulé la misma pregunta. Y desde entonces, sentimos los ahí presentes la cátedra de un verdadero ejemplo de trabajo.

Aunque no puedo recordar su nombre, el señor, de un medio siglo de vida, era ingeniero civil.
Durante su relato, comentó que tenía una franquicia de empresas de estética femenina, consultoras de finanzas, contratistas para construcción y numerosos proyectos más. Un verdadero empresario. Por supuesto, entre aquellas palabras combinadas con sorbos de agua para soportar la difícil y creciente temperatura, el conferencista, con mucha sencillez y humildad en su discurso, nos reveló que su próximo plan era la creación de un producto similar al cemento, pero a base de otros componentes como el azufre.

Honestamente, no soy experto en materia química, pero lo que verdaderamente nos asombró fue la astucia de ese señor, que no conforme con tener varias fuentes de ingreso dentro y fuera del país, nos dio una verdadera enseñanza de cómo se puede resolver la actual escasez de cemento, y que no descansará hasta lograr su propósito.


A simple vista, se le notaba su alto nivel de preparación técnica. Personas así son de mucho ejemplo para quienes estamos empezando a servirle al país. Los profesionales de este tipo dan lo mejor de su talento para contribuir con el desarrollo de la nación.

De este modo, las largas esperas en un banco o una oficina pública, pueden convertirse en un medio de aprendizaje sobre cualquier tema.

La otra señorita presente, dedicada al derecho, y yo, nos quedamos asombrados ante cada palabra pronunciada por el ingeniero desconocido. Paradójicamente, muchas personas de la cola estaban a la espera de la aprobación de la visa americana para emigrar de nuestra Venezuela querida. Y este hombre, en cambio, nos enseñaba que mucho podemos hacer si nos proponemos crecer profesionalmente y llevar a la práctica lo aprendido.


Los resultados de esa estrategia no pueden ser otros que explotar los recursos del país con el potencial intelectual y laboral de cada persona. El hombre y su familia, quienes iban a tramitarle una visa de estudio a su hijo, dijo antes de cambiar de tema “Lo último que haría es irme de este país”.



No puedo negar que quien les escribe estas líneas, ha vivido fuera por varios años. Pero de que Venezuela es un país rico en gente, en personas con mucha creatividad y sentido del humor, en bellezas naturales, condiciones climáticas y muchos otros factores, nadie tiene argumentos suficientes para ponerlo en duda.



De manera conclusa, lo único bueno que me llevé de aquella mañana fueron las gratuitas lecciones de negocios. La renovación de la visa me fue negada. Luis Daniel Ramírez Gil

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