lunes, 8 de septiembre de 2008

Café con Leche y sin Azúcar



Estamos en Cuaresma. Los 40 días a partir del miércoles de ceniza, en los que Papa Dios se sacrificó por nosotros, pasando hambre, frío y todo tipo de molestia física. También, cuenta la historia de la Iglesia que durante aquellas largas jornadas, Dios hecho hombre, de carne y hueso como nosotros, fue tentado varias veces. No vamos a extendernos en materia teológica. Pero si tener una idea básica para que podamos vivir mejor esta época del ano.


Dentro de nuestra rutina diaria, podemos y debemos participar en el tiempo cuaresmal. El Papa Benedicto XVI nos recuerda que así como Cristo se sacrificó por nosotros, también nosotros debemos corresponderle a través del ayuno, el sacrificio y la generosidad con todo aquel que nos rodea.


Llevado a la práctica corriente, la Cuaresma debe ser motivo de reflexión y acción en cada uno. Podemos empezar absteniéndonos o reduciendo la cantidad de algún alimento muy deseado. Unos, por ejemplo, optan por comer menos cantidad del plato preferido. Otros, de igual forma, toman agua en vez de un jugo natural.


Sobretodo en la propia Semana Santa, es muy común ver gente que no consume licor, o lo hacen con menor frecuencia de lo habitual. Así, cada quien y de acuerdo a sus circunstancias de vida y edad, elige un pequeño sacrificio o esfuerzo adicional para ofrecerle a Papá Dios en agradecimiento por las cosas recibidas.



Siempre hemos visto que cuando se trabaja en equipo, los resultados son más óptimos. La familia, el colegio, el juego de fútbol, la partida de dominó, las rumbas, los sancochos familiares, están protagonizadas por las relaciones interpersonales; por compartir con compañeros, padres, tíos, vecinos, colegas, contrincantes. Entonces, los 40 días previos a la Semana Mayor, son una excelente ocasión para ejercitar la caridad con esa gente a la que diariamente tratamos. Practicar esta generosidad es ayudarlos y darles un cariño especial a todos ellos de una manera desinteresada, aunque muchas veces no tengamos tiempo, o la persona favorecida no sea de total agrado.


Del mismo modo, la cuaresma es un período muy útil para profundizar acerca de nuestro plan de vida, a través de un contínuo diálogo con Papá Dios. Rezar no solo es ir a Misa, ni tampoco es solo para los ancianos. A muchas personas le da pena hacerlo, o incluso hablar del tema, y resulta que es tan común y agradable como escuchar música o echar cuentos con un gran amigo. Rezar es conversar con Papa Dios, en el lenguaje más sencillo posible, acerca de nuestras ocupaciones, molestias, alegrías y fracasos.


El es nuestro mejor amigo. Cuando vamos camino a la playa, estamos subiendo cerro, o mientras esperamos en la parada del autobús para ir a clases o al trabajo, podemos aprovechar para contarle nuestras cosas, y sobretodo, pedirle ayuda para ser mejores en nuestras obligaciones.


El hecho radica en comprender que la Cuaresma es para acercarnos más a El. No hace falta cambiar de estado, ni ocupación. Desde cualquier lugar u oficio, casados, solteros, enamorados, despechados, con los panas, en la casa, o desde la misma discoteca, ofrezcámosle algún gesto particular, agradeciendo que siempre ha estado ahí.


Al levantarnos, en el transcurso de estos días, podemos tomarnos un cafecito bien sabroso con leche y poca azúcar, como remedio a cualquier falta que podamos tener, mientras le pedimos al de allá arriba que nos eche una manito en aquello que mas nos cuesta y tanto anhelamos obtener: un mejor sueldo, una excelente esposa, un marido especial, salud para la familia, un mejor puntaje en esa materia que nos amarga la vida, que mejore la situación del país, o que el jefe no nos haga la vida imposible…

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