lunes, 8 de septiembre de 2008

¿Arepas o Hamburguesas?

Dedicado a todos los que emigraron al aeropuerto de Miami

Desde hace algunos años, la situación política de muchos países se ha vuelto muy difícil. Al principio, la idea de marcharnos a otros territorios no nos convence por completo. A todos nos gusta quedarnos con nuestra familia, trabajando en cualquier cosa que sepamos hacer, comer suculentos y típicos platos, propios de cada región, disfrutar las maravillas naturales que el ambiente nos regala, entre otras cosas.


Pero con el tiempo, la jornada semanal se convierte en una lucha contra corriente en la que los padres de familia, sobretodo, deben hacer milagros para conseguir pan y techo a todo los miembros de su equipo.


Nosotros, los más jóvenes, escuchamos consejos de adultos que dicen “Mijo, váyase de aquí, esto no tiene futuro”. De igual forma, adonde quiera que vayas el único tema de conversación desde la mañana hasta la noche, gira en torno a la incertidumbre de lo que realmente pasara más adelante.

En el caso particular venezolano, muy conocido por casi todos Uds., quienes llevamos este gentilicio en la sangre hemos perdido prácticamente nuestra dedicación a los quehaceres diarios, pensando que nada vale la pena en un entorno político y social que con todo quiere acabar.


Adicionalmente, cualquier conocido de origen cubano te convencerá de abandonar a tu tan amada “pequeña Venecia” (significado de la palabra Venezuela), antes de que el Tirano gerente de Miraflores prohíba la salida a toda persona nacida en ella. Enseguida, la visa norteamericana se presenta como la alternativa más rápida y cercana. Decides empacar tus maletas, te reúnes con tus seres queridos para compartir una amena despedida, muchos de ellos aislados y reacios de abandonar su cuna aun sabiendo el crítico panorama de vida.


Al principio, todo va “bien”. Ahora, al bajarte del avión, te debes convertir en un maestro de la oratoria para convencer al funcionario de inmigración que la razón de tu viaje es puramente de descanso y compras. Si te traiciona el subconsciente, o te domina la honestidad, tu destino será el popular “cuartico”, adonde la mirada de 10 o más hombres uniformados de molestia al inmigrante, enjuiciaran tu entrada al país mediante un interrogatorio en el que, hasta que demuestres lo contrario, tu eres un delincuente. Sin embargo, ya lo peor paso, tu tarjeta de inmigración I-94 fue estampada con los 6 meses requeridos para empezar una gestión migratoria que aún desconoces la forma en cómo se abordará.


Sales del aeropuerto, con una sonrisa gestual, amparado por una legalidad en el pasaporte. Pasan los días, y debes empezar a buscar un oficio que generalmente será lo menos parecido a la carrera u ocupación que ejerciste en tu tierra natal, horas antes de cambiar de rumbo. Las amistades no te abandonan, intercediendo para conseguirte algún “puestico” de trabajo en el warehouse (almacén) u oficina adonde se encuentren en ese momento. Sigues observando las cuadriculadas calles de Miami, y los letreros de “Now Hiring” (se solicitan trabajadores) contrastan con las compañías venezolanas que tácitamente dicen “Now Firing”, es decir, “estamos despidiendo”.


Así, van pasando los días, limpiando platos en un restaurante, repartiendo pizzas a domicilio o, los más afortunados, desempeñan una mejor función dentro de una empresa de logística o de exportación de rubros hacia Suramérica; principales fuentes económicas en el sur de la florida. Obviamente, todo trabajo es digno e importante, siempre y cuando lo realices con esmero y responsabilidad. De esta manera, escuchas unas sabias palabras que te explican la realidad de la situación: ¨El que viene de otro país, vuelve a nacer, a empezar desde cero¨. No importa si eres blanco, negro, rico, pobre, joven o viejo. Definitivamente, se inicio la escritura de un nuevo libro sin relación alguna con el publicado anteriormente. Venezuela quedo atrás.


Ahora, debes olvidarte de tu supuesta intención de viaje: compras y placer. Reunir dinero y conseguir un buen asesor jurídico será tu proyecto de llegada. La balanza te enseña que los abogados reconocidos, a sabiendas de tus escasos conocimientos en materia migratoria, te plantearán la alternativa más complicada para que tu inversión les fortaleza su economía personal. Como en todas las áreas, sí habrá una porción de ellos verdaderamente comprometidos con la ética legal.


Pasan los meses, y comienza el primer capítulo del libro antes mencionado: me darán los papeles, o no. Tu ida a corte y a la oficina de tu asesor, serán más frecuentes que comprar comida en el supermercado. Al mismo tiempo, el nuevo sistema te hace sentir como una molestia, un intruso. Recuerdas la historia venezolana, cuando los europeos fueron recibidos cordialmente, como uno más de tu país, para que retomaran la posibilidad de vida que los conflictos bélicos mundiales les habían arrebatado injustamente.


Por supuesto, aprendes también que ese es el único camino que debes recorrer para continuar tu misión en esta vida: trabajar, estudiar, fundar un proyecto familiar. En conclusión, desarrollarte como persona y, principalmente, ser feliz. Todo el mundo digiere el amargo sorbido de presentarte antes un juez de inmigración quien te autorizará, o no, tu ingreso definitivo al “sueño americano”.


Por tal motivo, o verdaderamente importante en cada persona, no es adónde vivas o a quien tengas de vecino, sino la personalidad y costumbres que emprendas en cualquier lugar de la geografía mundial. En un país adonde la hamburguesa es el plato típico, las arepas también son bienvenidas.

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